Comunicación y Salud
Tema: Determinación social de la salud
Ejemplo: enfermedades asociadas al uso de herbicidas – Caso: glifosato
El glifosato es un herbicida utilizado en todo el mundo en superficies agrícolas, en parques, plazas y calles de algunas ciudades para eliminar malas hierbas y arbustos. Un negocio espectacular para los fabricantes de este agrotóxico, en especial para Monsanto que patentó una soja transgénica resistente a las fumigaciones de Rondup, su marca registrada. Esta soja transgénica reemplazó a los cultivos tradicionales en muchos países y Argentina no es la excepción. Las avionetas fumigan glifosato sobre pueblos, escuelas y hospitales ubicados en la cercanía de los campos de soja y en concordancia, un aumento alarmante en la incidencia de cáncer y otras enfermedades en las zonas fumigadas provocó una ola de protestas que incentivó la realización estudios científicos a nivel nacional, muchos de los cuales establecieron relaciones directas entre la exposición al glifosato y la ocurrencia de enfermedades[1] [2]. Fue la lucha de las Madres de Ituzaingó en Córdoba, iniciada hace 20 años, la que dio visibilidad al conflicto ambiental y propició los primeros cambios legislativos. La industria contraatacó con sus propios estudios, defendiendo la inocuidad del Rondup[3]. Y la OMS tardó demasiado en reconocer los efectos del glifosato: recién en el 2015 un grupo de trabajo de la IARC, el organismo de la OMS de investigación sobre el cáncer, concluyó que el glifosato era un “probable carcinogénico para humanos” basándose en “suficiente evidencia de carcinogenicidad en animales de experimentación y evidencia limitada de cáncer en humanos para el linfoma no Hodgkin”[4] [5]. El glifosato fue entonces categorizado en el “Grupo 2A”, segunda categoría en peligrosidad sólo superada, por ejemplo, por la radiación ionizante. “Por la nueva clasificación, el glifosato es tan cancerígeno como el PCB (compuesto químico que se usaba en los transformadores eléctricos) y el formaldehido, ambos miembros del Grupo 2A en cuanto su capacidad de generar cáncer en humanos” (Medardo Avila Vazquez, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados)[6]. Un dato de color es que en Argentina recién a principios del 2021 el Instituto Nacional del Cáncer de la República Argentina, reconoce públicamente la validez y cientificidad del informe del IARC[7].
No obstante, la discusión del problema de los efectos de los agrotóxicos en la salud y el ambiente y el cuestionamiento del modelo de los agronegocios, choca con la connivencia de las estructuras estatales y con la mirada dominante del ambientalismo que, en palabras de Dichiro, G. (1999)[8] “lo que cuenta como medio ambiente es únicamente la preservación de zonas silvestres y la protección de especies en peligro de extinción […] la salud humana, la contaminación de las comunidades o de los lugares de trabajo y la sustentabilidad económica, no cuentan como temas ambientales”. Es decir que, en el relato construido por algunos funcionarios públicos, por los empresarios del agronegocio y por la complicidad mediática hegemónica, el conflicto ambiental generado por la contaminación con glifosato y la salud humana y animal simplemente no existe[9].
Todos dan cuenta de los efectos del glifosato en el ambiente y en la salud. En Argentina se utilizan más de 270 millones de litros cada año, los organismos de control no miden la toxicidad crónica del químico y, desde hace décadas, se suman familias y pueblos que denuncian los efectos de las fumigaciones. No obstante las empresas no están obligadas a revelar públicamente los productos químicos patentados en estas formulaciones herbicidas y, en consecuencia, los reguladores e investigadores no pueden estudiar a fondo estas sustancias químicas «inertes» para determinar sus efectos sobre la salud, tanto solas como en combinación con otras.
La comprensión social de la salud enfocada en de los “determinantes sociales de la salud” es promovida por la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS (CDSS, 2008) y reconoce diferentes componentes que condicionan los procesos de salud-enfermedad, explicitando problemáticas a resolver como las desigualdades sociales (limitadas al plano de “mejorar las condiciones de vida” y “repartir recursos”). El problema es que la reunión de evidencias sobre los “factores sociales” fragmenta la realidad al suponer que pueden tratarse de forma aislada y que pueden ser modificados (Almeida Filho, 2004)[10]. Pierden así su dimensión sociohistórica quedando reducidos a “factores de riesgo”, “elecciones inadecuadas” de estilos de vida, etc, aspectos individualizantes y moralizantes y reducen los problemas a una cuestión de “gerencias”, careciendo de reflexiones críticas respecto del sistema capitalista que impone un orden devastador para la vida, la salud y la supervivencia.
En este mundo la preocupación por la pobreza no es compatible con la defensa de la economía de mercado; en relación a esto, “… el 1 de agosto de 2002 en el boletín digital del Institute of Science in Society de Inglaterra, Joe Cummins publica que el alerta sanitario reciente respecto de la presencia de acrilamida tóxica en alimentos cocidos está relacionado causalmente con el glifosato Round-Up Ready […] La OMS convocó a una reunión a puertas cerradas para examinar el hallazgo de niveles significativamente altos de acrilamida en vegetales cocidos. El hallazgo tuvo una repercusión masiva porque la acrilamida es un potente tóxico neural en humanos y también afecta la función reproductiva masculina y causa malformaciones congénitas y cáncer en animales. Los informes de prensa de esa Organización trasuntaron que el hallazgo de acrilamida fue sorpresivo y dedujeron que la contaminación surgió probablemente por la cocción de los vegetales”[11] [12].
Para reducir las desigualdades en salud es imperativo modificar la estructura socioeconómica desigual de la sociedad. Y esto plantea la propuesta nacida en la medicina social y salud colectiva latinoamericana, cuyo enfoque es la “determinación social de la salud” e identifica que las inequidades sociales y sanitarias están en la esencia misma del capitalismo, en su modelo de concentración de la riqueza y de destrucción de la naturaleza. Como plantea Almeida Filho: “La participación organizada de los grupos sociales, así como el reconocimiento y el estímulo a las iniciativas comunitarias, radicadas en la solidaridad, constituyen posibilidades de redefinición de relaciones sociales que podrán auxiliar en la reducción del sufrimiento humano, en la preservación de la salud, en la elevación de la conciencia sanitaria y ecológica y en la defensa de la vida y mejora de su calidad[13].
Patricia Valeria Blanco
Lic. en Genética / Esp. Comunicación y Salud
MP 8220 – Río Negro
[1] Comisión Nacional de Investigación sobre agroquímicos Decreto 21/2009 Informe “Evaluación de la información científica vinculada al glifosato en su incidencia sobre la salud humana y el ambiente”.
[2] “Antología Toxicológica del Glifosato +1000 Evidencias científicas publicadas sobre los impactos del glifosato en la salud, ambiente y biodiversidad”. Eduardo Martín Rossi 5ta Edición”, Abril de 2020
[3] La compañía fue acusada en dos ocasiones por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos por falsificar deliberadamente los resultados de pruebas realizadas en laboratorios financiados por Monsanto para estudiar los efectos de este herbicida. Y aunque la relación entre el glifosato y el cáncer es “probable”, según la IARC, el organismo de la OMS de investigación sobre el cáncer, los jurados estadounidenses han condenado a Monsanto por haber ocultado el peligro del producto.
[4] IARC Monographs Volume 112: evaluation of five organophosphate insecticides and herbicides, Marzo del 2015.
[5] Linfoma no Hodgkin tenía Dewayne Johnson, un hombre de 46 años que demandó a Monsanto por haberlo enfermado con el uso continuado del herbicida Roundup. En 2018, Monsanto debió pagarle 289 millones de dólares, sentando un precedente para los miles de juicios que tiene abiertos y que Bayer pretende cerrar con una indemnización multimillonaria.
[6] https://lavaca.org/notas/confirmado-la-oms-ratifico-que-el-glifosato-de-las-fumigaciones-puede-provocar-cancer/
[7] https://www.tiempoar.com.ar/informacion-general/por-primera-vez-el-estado-argentino-reconoce-la-relacion-entre-glifosato-y-cancer/
[8] La justicia social y la justicia ambiental en los Estados Unidos: La Naturaleza como comunidad. Ecología Política. Núm. 17, pp. 105-118.
[9] Fernando Vanoli, “Conflicto ambiental en el espacio urbano. Zonificación y segregación en el barrio Ituzaingó Anexo, Córdoba, Argentina”. Revista Vivienda y Ciudad – ISSN 2422-670X – Volumen 4 – Diciembre 2017
[10] Almeida Filho, N. (2004). Modelos de determinação social das doenças crônicas não transmissíveis. Ciência & Saúde Coletiva, 9 (4), 865-884.
[11] Jorge Kaczewer “TOXICOLOGÍA DEL GLIFOSATO: RIESGOS PARA LA SALUD HUMANA” 2002. Sitio Argentino de Producción Animal
[12] “La OMS recomienda limitar el consumo y la producción de acrilamida” https://elpais.com/diario/2005/03/08/sociedad/1110236409_850215.html
[13] Naomar Almeida Filho, Jairnilson Silva Paim. “La crisis de la salud pública y el movimiento de la salud colectiva en latinoamerica”. Cuadernos médico sociales 75: 5-30, 2008.